ANA LÓDOLO DE COIZ, luego DE BIGOT.

ANA LÓDOLO DE COIZ, luego DE BIGOT.
ANA LODOLO DE COIZ, un símbolo de la imigración friulana, llegada a la Colonia 3 de Febrero en 1879

domingo, 2 de mayo de 2010

ENTRE RÍOS, TIERRA DE GUERREROS

"Entre Ríos ha sido llamada con justicia la provincia guerrera entre las que componen la Nación Argentina. La inclinación natural de sus hijos a la noble carrera de las armas, las luchas sin cuento que ha sostenido siempre en defensa del credo de sus hombres dirigentes y los combates que ha librado en pro de la libertad, justifican el calificativo honroso de guerrera con que ha sido distinguida..."
Fue esta zona, entre Las Tunas y El Sauce, abonada por la sangre de varias batallas en los albores de la República, como también residencia de jefes y soldados del Regimiento del General Urquiza. El paso de Las Tunas, a unos quinientos metros al sur de la actual Ruta Nacional Nº 18 era el único lugar de ingreso o salida de la Bajada del Paraná, a través del Camino Real, como se llamaba originalmente, luego llamado Camino de las Postas o de las Diligencias, por lo tanto el desplazamiento de tropas se hacía necesariamente por esta zona.
El primer enfrentamiento armado que se produjo en esta zona fue entre el arroyo el Sauce Grande y el Espinillo y, precisamente, tuvieron que cruzar por Las Tunas las tropas que al mando del caudillo paranaense, Eusebio Hereñú, luego de jurar por primera vez la Bandera de Artigas en la Bajada del Paraná (Bandera blanca, roja y azul posteriormente adoptada por Pancho Ramírez), para defender a punta de lanza su autonomía contra la invasión porteña de las tropas de Villamonte, al mando del Barón de Holmberg, el 22 de febrero de 1814.
También al sur-oeste de lo que fue luego la Colonia “3 de Febrero", entre la horqueta de los arroyos Las Cruces y Saucesito, donde se forma el arroyo Las Tunas, el 25 de marzo de 1818, nuestro Francisco “Pancho” Ramírez al mando de sus montoneros derrotó a los invasores porteños, conducidos por el General Marcos Balcarce. La sangre de Francisco Ramírez regó estas tierras porque en aquel combate resultó herido en una de sus piernas.
El combate más importante fue el que enfrentó en "Las Tunas" a Francisco Ramírez y José Gervasio Artigas, el alumno y el maestro, "El zarco Don Pancho" y el "Caraí Marangatú", el 24 de junio de 1820. Esta épica batalla enfrentó a 3.300 soldados artiguistas, contra solamente 800 jinetes de la montonera ramiriana y 200 infantes al mando de Lucio Mansilla, a los que se sumaban cuatro piezas de artillería que le habían arrebatado a Marcos Balcarce en la Batalla de Saucecito. Estos cañones, al mando de Francisco Pereyra, jugaron un papel preponderante en aquella batalla ya que con sus descargas transversales obligaron a las tropas de Artigas a acercarse al arroyo Las Tunas desorganizadamente, en donde el fuego de los infantes y el movimiento envolvente de las alas de caballería de Ramírez desbandó al enemigo, al que persiguieron hasta las siete de la noche por más de ocho leguas. Las tropas de Artigas estaban compuestas mayormente por indios guaycuruses, tobas y guaraníes, contando entre sus jefes a Lapalma y al Indio Francisco Siti. Ramírez contaba entre sus jefes a Gervasio Correa, José Ricardo López Jordán, Lucio Mansilla y Francisco Pereyra. "Este triunfo que no ha sido evaluado en su real dimensión, impidió la amputación de la Mesopotamia del patrimonio argentino..." Aquí se terminó nada menos que la carrera de las armas de José Gervasio Artigas, quién se exilió en el Paraguay hasta su muerte; el Caraí Marangatú (Señor Bondadoso) perdió su símbolo de mando, la pluma de ñandú, en manos de Don Pancho Ramírez.
Se estima también que hacia el norte de estas tierras, anteriormente, a fines de 1810, cruzaron las tropas que, al mando del General Manuel Belgrano, se dirigían al Paraguay enviadas por la Junta de Mayo porque iniciado el camino desde la Bajada del Paraná hacia Alcaraz, debieron necesariamente utilizar el Camino Real y, por lo tanto, cruzar por Las Tunas ya que, si bien había un pequeño sendero por cerca de la costa, éste era de muy difícil acceso más que nada por las dificultades para cruzar los arroyos.

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