Finalmente,
la Iglesia de San Benito tuvo su propia Cementerio a partir de la colocación de
la piedra fundamental en noviembre de
1887. El terreno de 170 metros de frente por igual cantidad de metros de fondo
fue donado por la Sra. Rosa Stábile Vda. de Vittor (Luis) a partir del mencionado año pero la Escrituración se hizo
el 29 de octubre de 1897, diez años después.
El terreno
pertenecía a la Sra. Stábile de Vittor en forma compartida con Francisco
Vittor, su cuñado, por compra que le había hecho a Don Juan José Brugo el 21 de
marzo de 1882. Al momento de transferir el título el mencionado terreno estaba
hipotecado a favor del Banco Hipotecario Nacional, que la Curia quedó
responsabilizada de levantar. La donación, hecha también con la conformidad de
los hijos Bautista, Santiago, Antonio y José, determinó expresamente que debía
ser utilizado el terreno para Cementerio Público, reservándose para los
sucesores de Luis Vittor un terreno de 16 mts. cuadrados dentro del cementerio[1].
El 8 de
diciembre de 1887 fue sepultado el primer difunto, don Pedro Grinóvero, y la
tradición oral cuenta que fue acompañado todas las noches por un farol
encendido hasta que unos días más tarde fue sepultado el segundo difunto. Transcurrido
el tiempo quedó acuñada la frase entre los colonos friulanos, que refería a los
que estaban enfermos: “...Está por irse a
los campos de Vittor”.
Son muchas
las anécdotas relacionadas al cementerio, cuyo perímetro alambrado y luego
tapialado encierra las más disparatadas anécdotas, desde aparecidos hasta
hallazgos de tesoros en las tumbas, uno de ellos muchos años más adelante fue
el llamado “caso de Juan Niervín”, que en el Tomo III de SEMBLANZA DE SAN
BENITO se narrará.
Los dos
primeros días de noviembre de cada año, con el correr del tiempo y a medida que
se iba ampliando el cementerio, se fueron transformando en algo muy singular
que, más allá del recuerdo hacia los difuntos, era una verdadera kermese.
Por lo menos
una semana antes del 1 de noviembre de cada año comenzaban los preparativos
para recibir una verdadera marea humana que llegaba desde distintas latitudes.
Dentro del cementerio se podía apreciar durante esas vísperas como se rompía el
respetuoso silencio que reinaba allí, como una constante, con el acelerado
corretear de los changarines, visitantes y curiosos. El Cementerio tiene una
Capilla construida durante la gestión del cura Juan Bautista Missio, cuya
inauguración se produjo el 28 de octubre de 1903[2].
[1] Escritura Nº 930. 29/10/1897.
Protocolo del Esc. Ezequiel Balbarrey. Archivo Tribunales de Paraná.
[2] Folio 173. 28/10/1903. Libro de
Rescriptos III de la Catedral. Archivo General Arquidiocesano de Paraná.
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