Alguien
dijo por ahí: ! Campo de espinas!,
sos para
mi: !Pincelada de sueños!,
!ilusión
eterna de jornadas infantiles!,
!el
jardín de mis amores juveniles!;
con casas
bajas, tu piel bien arbolada,
salpicado
de lomadas caprichosas,
mecidas
en suavidades generosas
por el
viento, que acaricia las mazorcas,
que hace
estallar el azul de los linares,
remedando
las oleadas de los mares.
!Cómo no
estar enamorado de tu cielo!,
!cómo no
echar raíces en tu suelo,
si el
ensayo musical que tus pájaros
practican
de temprano entre tus árboles
son la
más maravillosa sinfonía
que
ningún compositor se imaginara!;
!es tan
bueno el contrapunto que ejecutan
y tan
hermosa la música que inventan
los
zorzales, jilgueros y calandrias,
que la
sabia natura los aplaude...!
En una
epopeya poblaron tus tierras
friulanos
venidos de Austria y de Italia,
a quiénes
vendieron en forma traviesa
pasajes
baratos, con una etiqueta:
!la
ilusión del oro y la riqueza fácil!
y aquí
solamente encontraron por oro:
!un arado
mancera! y por riqueza,
!ah!, por
riqueza: !una yunta de bueyes!
y de
billetera para guardar la renta:
!unas
cuadras de tierra virgen y agreste!
Así
fuiste creciendo mi querido pueblo,
con el
impulso de esos brazos gringos,
acerados
en el crisol de sus creencias,
que
trasformaron la montaraz campiña
en un
manto suave, remendado en mieses
y que
hicieron nacer en tu casco viejo
los
cimientos para tu arquitectura,
con
toques friulanos, con ladrillos toscos,
que
contrastaban con las rejas vistosas
y con los
primeros malvones floridos.
El mar
azul de tus linos florecidos
inspiró a
los friulanos en sus sueños
levar
anclas de los barcos como dueños
para
volver al terruño que dejaron;
cuando el
suelo les alertó: ! es tiempo!,
en el
comienzo de los días afiebrados
que
anunciaban la llegada de noviembre,
hubo que
ver al campesino arremangado
recogiendo las semillas de su siembra
y poco
después hubo que verlo: !amándote!...
Casi sin
quererlo se fue aquerenciando
aquel
friulano que llegó cantando,
con pocas maletas, lleno de ilusiones,
con la
fuerza ancestral de celtas y romanos
y
enamorado de tus cosas bellas
ancló en
tu suelo para embriagarse
con el
aroma de paraísos florecidos,
con las
doradas flores de espinillo,
con el
rojo punzó de las margaritas
y el
violáceo rojo de la flor del cardo.
Cuando
amanecía otro siglo naciente
quién
llegó friulano empezó a ser “gaucho”,
a la par
del criollo que “parlaba furlano”,
pisando
tu suelo en alpargatas“Rueda”
y
vistiendo las“bombachas batarazas”,
con
sombrero aludo y pañuelo al cuello,
acortando
distancias se fueron mezclando
el “chastrón”
friulano y la “porca madona”
con el
estridente golpearse la boca
para
hacer enojar al novel comisario.
También
se mezclaron los golpes sonoros
de las
campanadas llamando a oración
con el
“arre, arre” a la caballada
y con
algún rebencazo a la sonsa perdiz;
así, el
mentiroso gritar de los teros
y el fino
“chiflido” de las martinetas
fue
siendo familia para la gringada
que, casi
sin quererlo, echó sus raíces
que
entraron profundas dentro de tu tierra,
volviendo
en retoños !bien sanbenitenses!
!Como no
sentirme savia de tu suelo,
retoño de
tus mismísimas raíces,
si de
niño viví días tan felices
en la
variedad de tus paisajes bellos
al
caminar entre aromas y colores,
entre tus
árboles y entre tus flores,
hermanado
con los sueños e ilusiones
que se
quedaron, casi todos ellos,
truncos
en la realidad de las vivencias,
perdidos
entre tus moras y tus sauces!
Te
presiento tendiéndome la mano
e imagino
tus ensarmentados dedos
ofreciéndome
la pulpa de los tases,
que
cuelgan perezosos del alambre
y me fascina
ver salir de tus entrañas
la
pasionaria flor de los burucuyases,
el
trébol, el cardo y las margaritas,
y aún me
veo buscando entre las chilcas,
ante la
huida presurosa de los cuices,
el
tesoro hecho miel de lechiguanas...
Te
percibo en el canto triste del crispín,
en el
inquieto revolotear de colibríes,
en el
pálido ropaje de las calas
que se
codean en el fondo “de las casas”
con las
achiras, siempre vivas y amapolas.
Te
extrañé al buscar el fin del horizonte
acostumbrado
al descanso de tu siesta,
al mate,
al choclo asado y al garrón,
al punto
que creí que nunca más
iba a
escuchar el concierto de tus noches.
Eran
pocas las hectáreas de tus campos,
eran
cortas las calles entre tus chacras
cuando
andaba persiguiendo los chorlitos,
tijeretas,
palomitas y pecho rojos
o
buscando “las nidadas” de las liebres
sin
importarme las molestias del abrojo,
del amor
seco y del garabato,
ni el
pinchazo de la hiriente cina-cina
cuando
iba a mirar en los tajamares
la
zambullida y el nadar de los macases.
En fin, sos
para mí: !cuna de sentimientos!,
!tu cielo
es crisol, tu suelo es yunque!,
!tu
paisaje inspiración, tu escarcha: temple!,
!tus
gringos: ejemplo, tu templo: creencia!
; mi
norte y mi guía son tus estrellas
y mi
esperanza es verte cual doncella
de
vestido engalanado por tus flores,
con las
cadencias de tus lomas caprichosas,
para que
todos te acepten como sos:
!campo de
espinas... pero de fragantes rosas!
ANÍBAL
JUSTO GONZÁLEZ
San Benito, Entre Ríos - Diciembre de 2.000
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