ANA LÓDOLO DE COIZ, luego DE BIGOT.

ANA LÓDOLO DE COIZ, luego DE BIGOT.
ANA LODOLO DE COIZ, un símbolo de la imigración friulana, llegada a la Colonia 3 de Febrero en 1879

jueves, 19 de agosto de 2010

CAPÍTULO XXX

Lo más importante de ese año fue el nuevo viaje del plantel superior a Nogoyá para enfrentar al Club “25 de Mayo” el 9 de agosto. La representación estuvo integrada por Ignacio L. Falco (h), Antonio Pellarini, Fioravanti Musich y Nelson Zorzenón, como delegados y los jugadores Bernardo L. Zorzenón, G. Michelín, Carlos Costa, De Andrea, Clariá, José Téntor, Máximo Müller, Díaz, Ábalos, O. Toffolini, L. Falco, J.M. Falco, Juan C. Frutos, Pedro Musich y Bernardo Gabás.
La cancha local tuvo actividad al domingo siguiente cuando las dos divisiones superiores recibieron a equipo de Casa “Blanca” de Paraná; los partidos se jugaron el domingo siguiente debido a la lluvia caída. El 20 de setiembre recibieron al Club A. Brete de Paraná y el 27 del mismo mes a los Diablos Rojos de la capital provincial, quienes vinieron con sexta y primera división.
El cierre de la temporada futbolística de ese año en la cancha local se hizo el domingo 29 de noviembre con un encuentro entre el Club Juvenil Urquiza de Paraná, disputando la Copa “Bazar Urquiza”. Previamente jugaron un encuentro el equipo de veteranos (de la hasta entonces divisa celeste y blanca) y un equipo similar de los visitantes, siendo este el primer registro sobre la actividad de los ya retirado de la lides deportivas.
Mientras el club Patronato hacía disputar el cuadrangular (mencionado anteriormente) el 14 de marzo de año siguiente, un representativo del primer equipo de San Benito se presentaba en un campeonato reducido en tiempo y de jugadores, organizado por el Club “Unión” de Paraná en su campo de juego (donde está la actual Sociedad Rural); el equipo contaba con el auspicio del club y se denominaron “Centauros de San Benito”.
Los aficionados y simpatizantes del club participaron el domingo 18 de abril de 1954 de una jornada que podría considerarse histórica para la institución. Ese día se recibió la visita del Club “San Lorenzo” de Tezanos Pinto, para competir en sexta, reserva y primera división, dando “por iniciada su temporada futbolística en su campo de deportes”

¿Y qué importa el resultado de aquel encuentro entre las divisiones superiores?… ¡aquél día la gloriosa camiseta a bastones celestes y blancos andaba rondando los 38 años de paseos por distintos escenarios! Había nacido con el desaparecido “3 de Febrero Fútbol Club”; la habían vestido aquellos jugadores nombrados en estas páginas y tantos otros que no aparecieron en las crónicas de los diarios de la época y por ello no los incluímos, pero que fueron tan o más importantes a la hora de defenderla con ardor. Con ella viajaron a ciudades importantes como Nogoyá, Viale, Paraná y a tantos “potreros” que no se mencionan, pero que seguramente conocieron del coraje y el entusiasmo de los bizarros sanbenitenses. Se puede deducir que todo este largo trayecto recorrido por el club fueron la génesis y evolución imprescindible para los tiempos que vendrían.
¡Nacer para morir! ¡Morir para nacer!... Aquella divisa había nacido sintetizando las expresiones futbolísticas de un puñado de muchachos que hicieron sus primeras armas en la Plaza de Ejercicios Físicos enfrente de la iglesia parroquial; años más tarde fue gallarda a dar el “hurra” previo de los partidos en la cancha que se había trasladado al predio del Barrio San Martín; ya había sido sepultado para siempre el nombre de “3 de Febrero Fútbol Club” y aquel clásico grito de guerra, traído por los ingleses, era la inyección de valentía, la medicina que recibían en común tras el abrazo de los jugadores de la “celeste y blanca”, cuando representaban al recién nacido Club Atlético San Benito; y tuvieron que lucirse estos colores nacionales cuando los jugadores se vistieron tantas veces en “La Intendencia” (aquella casilla de madera que se ubicaba al norte del edificio inicial del club) para jugar el primer partido en la cancha propia, aún con una pronunciada caída hacia el norte…¡y hubo de morir aquel 18 de abril de 1954!
Pero tuvo que morir, para que nazca fortalecida la divisa nueva, la que arrancó con el equipo que jugó por primera vez en la Liga… ¡Fue la “Celeste y Blanca” fiel testigo de mil jornadas!; fue la precursora, glorificada en el relicario del corazón de la hinchada que ya sabía de festejos y fracasos; siempre supo estar enjugada en el sudor, como símbolo del esfuerzo en pos de la conquista. Ella conoció de la entrega generosa de sus valientes portadores; ella estuvo a la hora de las conquistas inolvidables y también a la hora de la caída dolorosa.

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